viernes, 10 de diciembre de 2010

Los efímeros

Las nubes abundan en el espectáculo del Teatrito; éstas desde el punto de vista escenográfico otorgan un tono olímpico a la obra. A su vez le brindan a la acción que transcurre en el ámbito celeste un poder que sugiere sobre la psique del circunstante la idea de legitimación. Aquí se subraya un mensaje estudiado: las entidades son dioses superiores al espectador. En medio de esta situación, la caracterofanía de los efímeros es a un tiempo pasajera y constante, huidiza y dominante. Los incorpóreos actores se nos presentan en gran número de formas y significantes. Su afluencia varía sin lógica: pasan del espécimen ejemplar al grupo indeterminado. Sin embargo y a pesar de su categoría de extras, salen al plateau a llevarse el espectáculo. Su cualidad vaporosa les facilita el manejo de la escena.

¿Pero quiénes son estos personajes y qué representan? La actitud proteica, la tendencia a alternar sus atributos entre el Tiempo, el Olvido y el Dolor; su capacidad de asemejarse a la Flor, al Tereso y a la Llamita entre otro sinnúmero de variables dificulta la tarea del estudioso a aventurar una única respuesta.

Guillermo David ha conjeturado, en un ensayo de próxima aparición, que los efímeros son dentro del heterogéneo grupo de las entidades ni más ni menos que comodines, siempre preparados para la participación en el juego. Mientras cada uno de los integrantes de la troupe del Teatrito cumple el rol definido por su nombre, nuestros volubles personajes colaboran con su flexibilidad simbólica. Creemos que este escritor ha encontrado una imagen feliz*: si la situación exige un compañero, allí hay un efímero; si el apolíneo Destino requiere un pedestal, hete aquí bajo sus pies la base gaseosa en forma de empanada, ¡nada más rioplatense! Si el Absurdo necesita dar una imagen incongruente pero eterna, un ejército encadenado de efímeros lo consigue con economía de recursos. Habría que agregar que la presencia de los efímeros deja una carga ambivalente en el montaje escenográfico. Su sustancia y su número articulan el vaivén entre sujeto y objeto, entre figura y fondo. El espectador del Teatrito nunca sabe del todo cuándo estos actores hacen a la escenografía, entre cirros, estratos y cúmulos; o cuándo el paisaje en su animismo participa en la acción para transmitir el mensaje sobre la fugacidad y la mudanza.

Ejemplo de esto son los cúmulus humilis con forma de coliflor, la progresión geométrica que acompaña al cero de la Nada, el hongo celeste, el aerostato de vapor y la humosa medusa con tentáculos.

Como imagen última de este micro-ensayo encontramos a un gigante de niebla en la escena titulada Algo más grande que el Absurdo, testimonio de la competencia por el protagonismo que existe entre estas entidades y el Secretario General del Teatrito.

* Agradecemos al escritor bahiense la confianza depositada en adelantarnos parte de los borradores de su estudio.


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