martes, 19 de octubre de 2010

Dolor

El Dolor es un actor de primera línea. El silencioso acto de sus números es directamente proporcional a las exclamaciones que provoca. Su figura de clavo y su baja estatura no ha ido en detrimento de su aguda naturaleza interpretativa. Esta le permite una maleabilidad asombrosa en acciones y circunstancias. Su capacidad actoral va del patrón geométrico al número aleatorio; del juego tenue a la actitud punzante, de la estudiada mímesis a la improvisación. Su compenetración en el rol que le tocó en suerte ha sabido ganarse el respeto de los espectadores que prefieren verlo en largos entremeses sobre el escenario y no debajo, a las puertas del vomitorio. Un interés particular por parte del público en mantener la distancia con este actor dramático ha contribuido al pathos de su performance.

El Dolor como entidad dominante aparece en ocasiones a guisa de héroe mitológico. Una de nuestras escenas principales llamada Apoteosis del Dolor nos muestra el modo en que el gran histrión se yergue ante una perspectiva de efímeros y martillos, sacando a relucir su musculatura para dejar en claro quién es. Tal ejercicio demostrativo alcanza una cristalizada tensión en la reinterpretación de la obra de Milton Samson Agonistes. El Dolor contiene aquí al Tiempo y al Destino, como si fueran dos columnas en un dificultoso equilibrio.

Este vínculo del Dolor con el Tiempo, los efímeros y demás entidades se presenta en plástica diversidad a lo largo del continuado rioplatense. El Dolor maneja con soltura al mismísimo Martillo aun cuando la relación de tamaños entre ambas entidades es cuanto menos dispar. Con igual facilidad el Dolor es capaz de aferrar a su propio atributo –el clavo– irradiando en la acción el mensaje de quien es maestro de su destino (Atributos del Dolor). La imagen, en ocasiones, tiende a ser acompañada por un coro de efímeros, ordenado y en círculos concéntricos (El Dolor se aferra al Tiempo).

Otra relación del Dolor con el Tiempo se encuentra en Presentación del Dolor, esta vez la figura central del Dolor recurre al viejo vestuario del Tiempo como ladrón enmascarado. La escena se realizó con éxito en Montevideo durante la llamada de lubolos de febrero de 2007. Un recurso similar aunque esta vez bajo el disfraz de la Llamita tuvo lugar por la misma época en Buenos Aires dentro del marco de las festividades del carnaval de Avenida de Mayo aunque con tibia recepción por parte del público.

Es necesario rescatar, ya que el número pasó desapercibido por la crítica, el guiño esteticista a lo “principito” que aparece en El Dolor se levanta. Aquí nuestro protagonista se manifiesta desde un asteroide gaseoso, mezcla de Absurdo ateresado. La escena fue emitida desde un billete de dos pesos muy gastado por el uso, como aquellos que hacen una parada por el lavarropas antes de seguir su curso por la corriente del comercio. Un pálido Bartolomé Mitre observa alelado el espectáculo.

Curiosamente un número celebrado aunque para nuestro gusto algo sobrevalorado es aquel en que el Dolor acompaña la escena El Absurdo como un dios arruinado; aquí se puede ver al nuestro agudo interprete sobre la punta de una pirámide para observar la melancolía del Gran Regisseur.

Otras representaciones han sido premiadas por parte de nuestra claque por su fuerza emblemática. Es el caso de Sobrepeso donde encontramos al Dolor imponiendo su presencia sobre la Flor. Menos original es una nueva apropiación del logo de un club de futbol. Sin embargo hay que reconocer el logro escénico entre el aerostato y la figura picante, la cual a conseguido crear un contraste lleno de suspenso. Una imagen próxima titulada Pérdida, nos muestra el momento en que se desinfla la acción y nuestro globo se pierde en el horizonte del Río de la Plata. Un dato no corroborado indica que la canasta del aerostato fue vista como parte de un puesto de chivitos en el mercado de Nueva Palmira, en las costas del Uruguay.

Los detractores de este singular actor lo llaman “tachuela”.


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