martes, 17 de agosto de 2010

El volcán del No



Faltaríamos a la verdad si sostuviéramos que el volcán del No es un actor propiamente dicho. Más bien participa dentro del Teatrito en la categoría “escenografías animadas”, una clasificación de la que nos ocuparemos más adelante en otro ensayo. Entre tanto podemos adelantar que en algunos aspectos actores como la Flor y los efímeros han hecho igual uso de este recurso escénico mezcla de entidad y decorado. La espada de Damocles y la piedra movediza de Tandil son dos de las influencias gráficas, tomadas desde el mito y la tradición telúrica, por este actor-telón de fondo el cual no necesita actuar para entrar en acción. Su carga dramática va implícita en el propio peso de su presencia.

Según un folleto de presentación publicado durante la gira europea el volcán del No es “una manifestación de la Nada en la superficie del Absurdo”. Sin embargo desde una octavilla de reciente divulgación en el barrio de Pompeya Absurdo es reemplazado por Realidad. Sea como fuere el volcán aparece como la fuerza de la imposibilidad incontrolable: la imposibilidad de evitar el fin de la obra, el fin del escenario, el fin del espectador. El fantasma de un NO pende sobre los planes a largo plazo que las entidades y su público han pergeñado entre ellos, para otros y para cada cual.

En Viñeta del No vemos la imagen clásica de nuestro volcán: el monosílabo suspendido sobre un cráter. En otras ocasiones la situación está preparada para aprovechar la participación de los efímeros en el lugar donde debería encontrarse el humo del volcán. Tal es el caso de Paciencia (o de cómo la fugacidad sostiene al Tiempo) donde una secuencia de efímeros, flotantes sobre la cima del volcán, empuñan con su larga extremidad al martillo del Tiempo.

El Absurdo es un favorito en las representaciones junto al No. Si es este realmente una manifestación de la Nada al Absurdo parece no importarle mucho a juzgar por su comportamiento. Es común encontrarlo seguro de sí mismo, sosteniendo sobre sus palmas sendos Teresos. Otra escena de curiosa factura es la que se nos presenta en la obra cuyo título son tres puntos suspensivos, en ésta el volcán aparece estilizado cual bonete de payaso, posado sobre una gran nube; desde el centro de la misma se anuncia el No. Sobre la cumbre el Absurdo se eleva presuntuoso señalando con su mano el punto de su propia condición.

Por último, en la obra Hueso pasa sobre Al Pedín, podemos observar en el paisaje el estilizado serrucho de la cadena de los Andes y detrás de esta al NO en situación de aurora, o quizá de crepúsculo. Difícil decirlo; con este y otros interrogantes nos despedimos del lector.

* La presente entrada es una readaptación del texto que cierra el libro Miscelánea inconográfica con el cual, fieles a nuestro de principio de Absurdo, quisimos comenzar hoy, 17 de agosto, esta sección.



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